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  • Ellen G. White

#26 Señales del pronto regreso de Cristo — 1 de 6

La gran profecía de nuestro señor

Cristo advirtió a sus discípulos en cuanto a la destrucción de Jerusalén y las señales que ocurrirían antes de la venida del Hijo del hombre. Todo el capítulo 24 de Mateo es una profecía concerniente a los acontecimientos que preceden a este evento, y se usa la des- trucción de Jerusalén para tipificar la última gran destrucción del mundo por fuego.—Manuscrito 77, 1899.

Sobre el monte de las Olivas, Cristo explicó los temibles juicios que habrían de preceder a su segunda venida: “Oiréis guerras, y rumores de guerras [...]. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestilencias, y hambres, y terremotos por los lugares. Y todas estas cosas, principio de dolores”. Mateo 24:6-8. Aunque estas profecías se cumplieron parcialmente con la destrucción de Jerusalén, se aplican más directamente a los postreros días.—Joyas de los Testimonios 2:351 (1899).

Señales en los cielos

Cristo declaró que al final de la gran persecución papal, el sol se oscurecería y la luna no daría su luz. Luego las estrellas caerían del cielo. Y dice: “De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama se enternece, y las hojas brotan, sabéis que, el verano está cerca. Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que está cercano, a las puertas”. Mateo 24:32-33.

Cristo anuncia las señales de su venida. Declara que podemos saber cuándo está cerca, aun a las puertas. Dice de aquellos que vean estas señales: “No pasará esta generación, que todas estas cosas no acontezcan”. Estas señales han aparecido. Podemos saber con seguridad que la venida del Señor está cercana.—El Deseado de Todas las Gentes, 585-586 (1898).

Señales en la tierra

Dijo Jesús: “Y habrá señales en el sol, y en la luna, y en las estrellas; y sobre la tierra angustia de naciones”. Lucas 21:25 (VM); Mateo 24:29; Marcos 13:24-26; Apocalipsis 6:12-17. “Cuando vie- reis todas estas cosas, sabed que está cercano, a las puertas”. Mateo 24:33.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 41 (1911).

Las naciones están en desasosiego. Nos aguardan tiempos de perplejidad. Los corazones de los hombres están desfalleciendo por el temor de las cosas que sobrevendrán sobre la tierra. Pero aquellos que creen en Dios oirán su voz en medio de la tormenta, que dice: “Yo soy; no temáis”.—The Signs of the Times, 9 de octubre de 1901.

En los libros del cielo se está registrando una historia extraña y memorable, eventos que, según fue declarado, debieran ocurrir poco antes del gran día de Dios. Todo en el mundo se encuentra en una situación inestable.—Manuscript Releases 3:313 (1908).

Falsos profetas

Una de las señales de la destrucción de Jerusalén que Cristo había anunciado era: “Muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos”. Mateo 24:11. Se levantaron falsos profetas que engañaron a la gente y llevaron a muchos al desierto. Magos y hechiceros que pretendían tener un poder milagroso arrastraron a la gente en pos de sí a las soledades montañosas. Pero esa profecía fue dada también para los últimos días. Se trataba de una señal del segundo advenimiento.—El Deseado de Todas las Gentes, 585 (1898).

Encontraremos falsas pretensiones; surgirán falsos profetas; ha- brá sueños y visiones falsos; pero predicad la Palabra y no os dejéis alejar de la voz de Dios manifestada mediante su Palabra.—Mensajes Selectos 2:56 (1894).

Me fueron mostradas muchas personas que pretendían ser espe- cialmente enseñadas por Dios, y que intentarían guiar a otros, y que debido a un concepto equivocado de lo que es el deber emprenderían una obra que Dios nunca les había encomendado. Como resultado de esto habría confusión. Que cada uno busque a Dios fervorosamente por su propia cuenta, a fin de comprender cuál es su voluntad para él.—Mensajes Selectos 2:82 (1893).

Una experiencia con un falso profeta

Anoche un joven—un extraño para todos nosotros, pero que profesaba ser un hermano de Victoria [Australia]—nos llamó y pidió ver a la Hna. White. Estaba anocheciendo y decliné verlo. Sin embargo, lo invitamos a permanecer con nosotros durante la noche y a desayunar. Después de nuestro habitual culto matutino, cuando nos disponíamos a atender nuestros diferentes trabajos, este joven se puso de pie y con un gesto dominante nos pidió que nos sentásemos. Dijo: “¿Tienen ustedes algún himnario? Cantaremos un himno y luego tengo un mensaje para darles”. Yo contesté: “Si tiene un mensaje, délo sin demora, porque tenemos mucho apremio para despachar la correspondencia a los Estados Unidos y no tenemos tiempo que perder”. El entonces comenzó a leer algo que había escrito, que entre otras cosas declaraba que el juicio ha comenzado

ahora sobre los vivos [...]. Lo escuché mientras proseguía y finalmente le dije: “Mi hermano, usted no está exactamente en sus cabales. Diga claramente cómo su mensaje nos afecta a nosotros. Por favor, permítanos saber- lo de inmediato. Su mente está demasiado tensa; usted comprende mal su trabajo. Mucho de lo que ha dicho está de acuerdo con la Biblia, y creemos cada palabra de ello. Pero usted está muy alterado. Por favor, diga lo que tiene para nosotros”.

Bien, él dijo que debíamos empacar y trasladarnos inmediata- mente a Battle Creek. Le pedí sus razones y repuso: “Para dar este mensaje de que el juicio ha comenzado sobre los vivos”. Le contesté: “La obra que el Señor nos ha dado todavía no ha sido terminada. Cuando nuestro trabajo aquí esté completado, estamos seguros que el Señor nos hará saber que es tiempo de trasladarnos a Battle Creek, en vez de enseñarle a usted cuál es nuestro deber” [...]. Lo dejé para que el hermano Starr hablase más con él, mientras yo reanudaba mi tarea de escribir.

Le dijo al Hno. Starr que cuando la Hna. White le habló tan amablemente, y sin embargo con tanta autoridad, comenzó a ver que había cometido un error, que las impresiones que lo habían impul- sado tan fuertemente no eran consecuentes ni razonables. Aunque nuestra familia es grande, integrada por diez miembros, además de tres visitantes, decidimos que este joven permaneciese con nosotros por un tiempo. No nos atrevimos a permitir que fuese con personas que lo tratarían duramente y lo condenaban ni queríamos que repi- tiese sus “revelaciones”. Quedará por un corto tiempo con nosotros, así podremos asociarnos con él y, si es posible, conducirlo a sendas seguras.—Carta 66, 1894.

Glotonería e intemperancia

La glotonería y la intemperancia se hallan en el fundamento de la gran depravación moral de nuestro mundo. Satanás está consciente de esto y constantemente tienta a hombres y mujeres para que satisfagan sus gustos a expensas de la salud y hasta de la vida misma. En el mundo, comer, beber y vestirse se convierten en el blanco de la vida. Precisamente tal estado de cosas existió antes del diluvio. Y este estado de disipación es una de las evidencias sobresalientes dela pronta terminación de la historia de esta tierra.—Carta 34, 1875.

El cuadro del mundo antediluviano que pintó la inspiración representa con fiel veracidad la condición a la cual la sociedad moderna está llegando rápidamente.—Historia de los Patriarcas yProfetas, 91 (1890).

Sabemos que el Señor viene muy pronto. Rápidamente el mundoestá llegando a ser como era en los días de Noé. Se ha entregado a la indulgencia egoísta. El comer y el beber se practican en forma abusiva. Los hombres están bebiendo el licor venenoso que los enloquece.—Carta 308, 1907.

Hechos de violenciaEn los días de Noé, la abrumadora mayoría se oponía a la verdad y estaba prendada de una trama de falsedades. La tierra estaba llena de violencia. Guerra, crimen, asesinato estaban a la orden del día. Así también será antes de la segunda venida de Cristo.—Comentario Bíblico Adventista 1:1104 (1891).

Los gremios laborales son incitados rápidamente a la violencia si no se satisfacen sus demandas. Se ve cada vez más claramente que los habitantes del mundo no están en armonía con Dios. Ninguna teoría científica puede explicar la marcha constante de los obradores de maldad bajo el mando de Satanás. En cada tumulto hay ángeles malos que trabajan para excitar a los hombres cometer actos de violencia [...].La perversidad y la crueldad de ellos llegará a tal grado que Dios se revelará en toda su majestad. Muy pronto la maldad del mundo habrá llegado a su límite, y como en los días de Noé, Dios derramará sus juicios.—Alza tus Ojos, 332 (1903).

Los terribles informes que oímos sobre asesinatos y robos, sobre accidentes ferroviarios y hechos de violencia, cuentan que el fin de todas las cosas está cercano. Ahora, justamente ahora, necesitamos estar preparándonos para la segunda venida del Señor.—Carta 308, 1907.

Guerras y desastres

La tempestad se avecina y debemos prepararnos para afrontar su furia mediante el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. El Señor se levantará para sacudir terriblemente la tierra. Veremos desgracias por todas partes. Miles de barcos serán arrojados a las profundidades del mar. Armadas enteras se hundi- rán, y las vidas humanas serán sacrificadas por millones. Estallarán incendios inesperadamente y no habrá esfuerzo humano capaz de extinguirlos. Los palacios de la tierra serán arrasados por la furia de las llamas. Serán cada vez más frecuentes los desastres ferroviarios; en las grandes vías de tránsito habrá confusión, choques y muerte sin la advertencia de un momento. El fin está cerca, el tiempo de gracia termina. ¡Oh, busquemos a Dios mientras puede ser hallado, llamémosle en tanto que está cercano!—Mensajes para los Jóvenes, 87 (1890).

En las escenas finales de la historia de esta tierra, la guerra preva- lecerá. Habrá epidemias, mortandad y hambre. Las aguas del abismo rebasarán sus límites. Incendios e inundaciones destruirán la propie- dad y la vida. Debiéramos estar alistándonos para las mansiones que Cristo ha ido a preparar para los que lo aman.—¡Maranata: el Señor Viene!, 172 (1897).

Grandes bolas de fuego

En la mañana del viernes pasado, justamente antes de despertar, se me presentó una escena sumamente impresionante. Tuve la sen- sación de que despertaba del sueño en un lugar que no era mi casa. Desde las ventanas veía una terrible conflagración. Grandes bolas de fuego caían sobre las casas, y de ellas salían dardos encendidos que volaban en todas direcciones. Era imposible apagar los incen- dios que se producían, y muchos lugares estaban siendo destruidos. El terror de la gente era indescriptible. Desperté después de cierto tiempo y descubrí que estaba en mi hogar.—El Evangelismo, 25-26 (1906).

Una escena muy impresionante pasó ante mí en visiones noctur- nas. Vi una inmensa bola de fuego que caía en medio de un grupo de hermosas casas que fueron destruidas instantáneamente. Oí a alguien decir: “Sabíamos que los juicios de Dios visitarían la tierra, mas no pensábamos que vendrían tan pronto”. Otros dijeron en tono de reproche: “Vosotros que sabíais estas cosas, ¿por qué no dijisteis nada? ¡Nosotros no lo sabíamos!—Joyas de los Testimonios 3:296 (1909).

Terremotos e inundaciones

El enemigo ha trabajado y todavía sigue trabajando. Ha descendido con gran poder, y el Espíritu de Dios se está retirando de la tierra. Dios ha retirado su mano. Solo tenemos que mirar a Johnstown [Pennsylvania]. El no impidió que el diablo destruyese completamente la ciudad. Y esos mismos hechos aumentarán hasta la conclusión de la historia de esta tierra.—Sermons and Talks 1:109 (1889).

La corteza terrestre se rasgará a causa de las erupciones de los elementos ocultos en sus entrañas. Estos elementos, una vez desata- dos, barrerán los tesoros de aquellos que por años han estado aumen- tando sus riquezas al obtener de sus empleados grandes posesiones a precios de hambre. Y también el mundo religioso será terriblemente sacudido, porque el fin de todas las cosas está cercano.—Manuscript Releases 3:208 (1891).

Ya ha llegado el tiempo en que en un momento podremos estar pisando tierra firme, y en el siguiente la tierra estará moviéndose debajo de nuestros pies. Ocurrirán terremotos cuando menos se los espere.—Testimonios para los Ministros, 421 (1896).

En incendios, inundaciones, terremotos, en la furia de las grandes profundidades, en calamidades por mar y tierra, se da la adverten- cia de que el Espíritu de Dios no contenderá para siempre con el hombre.—Manuscript Releases 3:315 (1897).

Antes de que el Hijo del hombre aparezca en las nubes del cielotodo estará convulsionado en la naturaleza. Rayos del cielo unidoscon el fuego interno de la tierra harán que las montañas ardan comoun horno y que hagan fluir sus torrentes de lava sobre aldeas y ciudades. Masas de rocas derretidas, arrojadas dentro del agua por el solevantamiento de cosas ocultas dentro de la tierra, harán que hiervael agua y despida rocas y tierra. Habrá formidables terremotos y gran destrucción de vidas humanas.—Comentario Bíblico Adventista7:958 (1907).

Crimen, hambres, pestilencia

Satanás está obrando en la atmósfera; la está envenenando, y nosotros dependemos de Dios para la protección de nuestras vidas: de nuestra vida actual y eterna. Y por encontrarnos en la posición en que estamos, necesitamos estar bien despiertos, plenamente consa- grados, completamente convertidos y cabalmente dedicados a Dios. Pero al parecer permanecemos inactivos como si estuviésemos pa- ralizados. ¡Dios del cielo, despiértanos!.—Mensajes Selectos 2:59 (1890).

Dios no ha impedido que los poderes de las tinieblas hagan su obra mortífera de viciar el aire, una de las fuentes de vida y alimento, con elementos mortíferos. No solo ha sido afectada la vida vegetal, sino que el hombre mismo sufre de pestilencia [...]. Estas cosas son el resultado de gotas de las copas de la ira de Dios que caen sobre la tierra, y son pálidas representaciones de lo que acontecerá en el futuro cercano.—Mensajes Selectos 3:446-447 (1891).

Aumentarán las hambrunas. Las pestilencias barrerán a miles. A nuestro alrededor hay peligros procedentes de las potencias externas y de las operaciones satánicas de adentro, pero ahora se está ejer- ciendo el poder restrictivo de Dios.—Manuscript Releases 19:382 (1897).

Se me ha mostrado que el Espíritu del Señor se está retirando de la tierra. Pronto se les negará el poder protector de Dios a todos los que continúan despreciando sus mandamientos. Diariamente nos llegan informes de transacciones fraudulentas, asesinatos y crímenes de toda clase. La iniquidad se está convirtiendo en un asunto tan común que ya no sacude los sentidos como en un tiempo lo hacía.— Carta 258, 1907.

El propósito de Dios en las calamidades¿

Qué significan las horribles calamidades marinas, barcos arro- jados a la eternidad sin un momento de advertencia? ¿Qué significan los accidentes en tierra, incendios que consumen las riquezas que los hombres han atesorado, mucho de lo cual ha sido acumulado oprimiendo al pobre? El Señor no intervendrá para proteger la pro- piedad de aquellos que transgreden su ley, quebrantan su pacto y pisotean su día de reposo, aceptando en su lugar un día de descanso espurio.

Las plagas de Dios ya están cayendo sobre la tierra, arrasando las estructuras más costosas como si fuera mediante un soplo de fuego desde el cielo. ¿No harán estos juicios recapacitar a los profesos cristianos? Dios los permite para que el mundo preste atención, para que los pecadores le teman y tiemblen ante él.—Manuscript Releases 3:311 (1902).

Dios tiene un propósito al permitir que ocurran estas calamida- des. Son uno de sus medios para llamar a los hombres y mujeres a la reflexión. Mediante fenómenos insólitos a través de la naturaleza, Dios expresará a los incrédulos agentes humanos aquello que ha revelado claramente en su Palabra.—Manuscript Releases 19:279 (1902).

¡Con cuánta frecuencia oímos hablar de terremotos y ciclones, así como de la destrucción producida por incendios e inundacio- nes, con gran pérdida de vidas y propiedades! Aparentemente estas calamidades son estallidos caprichosos de las fuerzas desorgani- zadas y desordenadas de la naturaleza, completamente fuera del dominio humano; pero en todas ellas puede leerse el propósito de Dios. Se cuentan entre los instrumentos por medio de los cuales él procura despertar en hombres y mujeres un sentido del peligro que corren.—La Historia de Profetas y Reyes, 207 (1914).

Los eventos venideros están en las manos del señor

El mundo no está sin gobernante. El programa de los aconte- cimientos venideros está en las manos del Señor. La Majestad del cielo tiene a su cargo el destino de las naciones, como también lo que concierne a su iglesia.—Joyas de los Testimonios 2:352 (1889).

Estas representaciones simbólicas [las serpientes ardientes en el desierto] cumplen un doble propósito. De ellas el pueblo de Dios aprende no solo que las fuerzas físicas de la tierra están bajo el control del Creador, sino que también lo están los movimientos reli- giosos de las naciones. Esto es especialmente cierto con respecto a la imposición de la observancia del domingo.—Manuscript Releases 19:281 (1902).

En la gran obra final, nos encontraremos con perplejidades con las cuales no sabremos cómo tratar, pero no olvidemos que los tres grandes poderes del cielo están trabajando, que una mano divina está sobre el timón y que Dios hará que se realicen sus propósitos.—El Evangelismo, 52 (1902).

Así como la complicada semejanza de ruedas estaba bajo la dirección de la mano que había debajo de las alas de los querubines, el complicado desarrollo de los sucesos humanos está bajo el gobierno divino. En medio de la lucha y el tumulto de las naciones. Aquel que se sienta por encima de los querubines, dirige aún los asuntos terrenales. —LaEducación,173-174(1903).

En los anales de la historia humana, el desarrollo de las naciones, el nacimiento y la caída de los imperios, parecen depender de la voluntad y las proezas de los hombres; y en cierra medida los acontecimientos se dirían determinados por el poder, la ambición y los caprichos de ellos. Pero en la Palabra de Dios se descorre el velo, y encima, detrás y a través de todo el juego y contrajuego de los humanos intereses, poder y pasiones, contemplamos a los agentes del que es todo misericordioso, que cumplen silenciosa y pacientemente los designios y la voluntad de él.—La Historia de Profetas y Reyes, 366 (1914).

Interés del cielo por los asuntos de la tierra

Al perdonar la vida al primer asesino, Dios dio al universo entero una lección concerniente al gran contacto [...]. Se propuso no solo aplastar la rebelión, sino también demostrar a todo el universo la naturaleza de esta [...]. Los santos habitantes de los otros mundos observaban con profundo interés los acontecimientos que ocurrían en la tierra [...].

Dios tiene la simpatía y la aprobación del universo entero a medi- da que paso a paso su plan progresa hacia su pleno cumplimiento.— Historia de los Patriarcas y Profetas, 64-65 (1890).

El acto de Cristo, de morir por la salvación del hombre, no solo haría accesible el cielo para los hombres, sino que ante todo el universo justificaría a Dios y a su Hijo en su trato con la rebelión de Satanás.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 55 (1890).

Todo el universo contempla con interés indecible las escenas finales de la gran controversia entre el bien y el mal.—La Historia de Profetas y Reyes, 108 (1914).

Nuestro pequeño mundo es un libro de texto para el universo. El Deseado de Todas las Gentes, 11 (1898).


 

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