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  • Ellen G. White

#90 La herencia de los santos — 4 de 5


Comunión con el padre y el hijo

El pueblo de Dios tiene el privilegio de tener comunión directa con el Padre y el Hijo [...]. Le veremos cara a cara, sin velo que nos lo oculte.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 735 (1911). {EUD 250.1}


Habitaremos siempre con él y gozaremos de la luz de su precioso semblante. Mi corazón salta de gozo ante tan alentadora perspectiva.—En Lugares Celestiales, 354 (1856). {EUD 250.2}


El cielo es donde Cristo está. Para quienes aman a Cristo, el cielo no sería cielo si él no estuviera allí.—Manuscrito 41, 1896. {EUD 250.3}


Habrá una relación íntima y tierna entre Dios y los santos resucitados.—El Deseado de Todas las Gentes, 558 (1898). {EUD 250.4}


Arrojando a los pies del Redentor las coronas que él ha colocado en nuestras cabezas, y tocando nuestras arpas doradas, llenaremos todo el cielo con alabanzas a Aquel que está sentado sobre el trono.—Testimonies for the Church 8:254 (1904). {EUD 250.5}


Si durante esta vida son leales a Dios, al fin “verán su cara; y su nombre estará en sus frentes”. Apocalipsis 22:4. ¿Qué es la felicidad del cielo si no es ver a Dios? ¿Qué mayor gozo puede obtener el pecador salvado por la gracia de Cristo que el de mirar el rostro de Dios y conocerle como Padre?—Joyas de los Testimonios 3:266 (1904). {EUD 250.6}


Compañerismo con los ángeles y con los fieles de todas las edades

Todo redimido comprenderá la obra de los ángeles en su propia vida. ¡Qué sensación le producirá conversar con el ángel que fue su guardián desde el primer momento; que vigiló sus pasos y cubrió su cabeza en el día de peligro; que estuvo con él en el valle de la sombra de muerte, que señaló su lugar de descanso, que fue el primero en saludarle en la mañana de la resurrección, y conocer por medio de él la historia de la interposición divina en la vida individual, de la cooperación celestial en todo trabajo en favor de la humanidad!—La Educación, 305 (1903). {EUD 250.7}


De qué peligros, vistos o no vistos, hayamos sido salvados por la intervención de los ángeles, no lo sabremos nunca hasta que a la luz de la eternidad veamos las providencias de Dios.—El Deseado de Todas las Gentes, 207 (1898). {EUD 251.1}


Los sentimientos de amor y simpatía que el mismo Dios implantó en el alma, se desahogarán del modo más completo y más dulce. El trato puro con seres santos, la vida social y armoniosa con los ángeles bienaventurados y con los fieles de todas las edades que lavaron sus vestiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero, los lazos sagrados que unen a “toda la familia en los cielos, y en la tierra” (Efesios 3:15, VM)—todo eso constituye la dicha de los redimidos.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 735-736 (1911). {EUD 251.2}


Dando testimonio ante los seres no caídos

“El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir”. Mateo 20:28. La obra de Cristo en la tierra es su obra en el cielo, y la recompensa que recibiremos por trabajar para él en este mundo, será el mayor poder y más amplio privilegio de trabajar con él en el mundo venidero. “Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios”. Isaías 43:12. Esto también seremos en la eternidad. {EUD 251.3}


¿Por qué se permitió que la gran controversia continuase a través de los siglos? ¿Por qué no se suprimió la existencia de Satanás al comienzo mismo de su rebelión? Para que el universo se convenciese de la justicia de Dios en su trato con el mal; para que el pecado recibiese condenación eterna. En el plan de salvación hay alturas y profundidades que la eternidad misma nunca puede agotar, maravillas que los ángeles desearían penetrar con la mirada. De todos los seres creados, solo los redimidos han conocido por experiencia el conflicto real con el pecado; han trabajado con Cristo, y, cosa que ni los ángeles podrían hacer, han participado de sus sufrimientos; ¿no tendrán acaso algún testimonio acerca de la ciencia de la redención, algo que sea de valor para los seres no caídos?—La Educación, 308 (1903). {EUD 251.4}


Alabando a Dios con música perfecta y melodiosa

Habrá allí música y canto tales como, salvo en las visiones de Dios, ningún mortal ha oído ni concebido ninguna mente [...]. {EUD 252.1}


El canto que cantarán los redimidos, el canto de su experiencia, declarará la gloria de Dios: “¡Grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, oh Rey de los siglos! ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? porque tú solo eres santo”. Apocalipsis 15:3-4 (VM).—La Educación, 308-308 (1903). {EUD 252.2}


Hay un ángel que siempre guía, que toca primero el arpa y da el tono; luego todos se unen para producir la rica y perfecta música del cielo. Es indescriptible esa melodía celestial y divina.—Joyas de los Testimonios 1:46 (1857). {EUD 252.3}


No como varón de dolores, sino como glorioso y triunfante rey estará sobre el monte de las Olivas mientras que los aleluyas hebreos se mezclen con los hosannas gentiles, y las voces de la grande hueste de los redimidos hagan resonar esta aclamación: Coronadle Señor de todos.—El Deseado de Todas las Gentes, 769-770 (1898). {EUD 252.4}


Escudriñando los tesoros del universo

¡Qué campo se abrirá allí a nuestro estudio cuando se quite el velo que oscurece nuestra vista y nuestros ojos contemplen ese mundo de belleza del cual ahora tenemos vislumbres por medio del microscopio; cuando contemplemos las glorias de los cielos estudiados ahora por medio del telescopio; cuando, borrada la mancha del pecado, toda la tierra aparezca en “la hermosura de Jehová nuestro Dios”! Allí el estudiante de la ciencia podrá leer los informes de la creación, sin hallar señales de la ley del mal. Escuchará la música de las voces de la naturaleza y no descubrirá ninguna nota de llanto ni voz de dolor [...]. {EUD 252.5}


Todos los tesoros del universo serán abiertos al estudio de los hijos de Dios. Entraremos con inefable deleite en el gozo y en la sabiduría de los seres no caídos. Compartiremos los tesoros ganados durante siglos y siglos pasados en la contemplación de la obra de Dios.—La Educación, 303, 307 (1903). {EUD 252.6}


Libres de las cadenas de la mortalidad, se lanzan en incansable vuelo hacia los lejanos mundos—mundos a los cuales el espectáculo de las miserias humanas causaba estremecimientos de dolor, y que entonaban cantos de alegría al tener noticia de un alma redimida [...]. Con visión clara consideran la magnificencia de la creación—soles y estrellas y sistemas planetarios que en el orden a ellos asignado circuyen el trono de la Divinidad. El nombre del Creador se encuentra escrito en todas las cosas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, y en todas ellas se ostenta la riqueza de su poder.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 736 (1911). {EUD 253.1}

 

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