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  • Ellen G. White

#88 La herencia de los santos — 2 de 5


Flores, frutas y animales

Vi otro campo lleno de toda clase de flores, y al cortarlas, exclamé: “No se marchitarán”. Después vi un campo de alta hierba, cuyo hermosísimo aspecto causaba admiración. Era de color verde vivo, y tenía reflejos de plata y oro al ondular gallardamente para gloria del Rey Jesús. Luego entramos en un campo lleno de toda clase de animales: el león, el cordero, el leopardo y el lobo, todos vivían allí juntos en perfecta unión. Pasamos por en medio de ellos, y nos siguieron mansamente. {EUD 243.2}


De allí fuimos a un bosque, no sombrío como los de la tierra actual, sino esplendente y glorioso en todo. Las ramas de los árboles se mecían de uno a otro lado, y exclamamos todos: “Moraremos seguros en el desierto y dormiremos en los bosques”. Atravesamos los bosques en camino hacia el monte de Sión [...]. {EUD 243.3}


Sobre el monte había un hermoso templo [...]. Toda clase de árboles hermoseaban los alrededores del templo: el, boj, el pino, el abeto, el olivo, el mirto, el granado y la higuera doblegada bajo el peso de sus maduros higos, todos embellecían aquel paraje [...]. {EUD 243.4}


Vi una mesa de plata pura, de muchos kilómetros de longitud, y sin embargo nuestra vista la abarcaba toda. Vi el fruto del árbol de la vida, el maná, almendras, higos, granadas, uvas y muchas otras especies de frutas. Le rogué a Jesús que me permitiese comer del fruto.—Primeros Escritos, 18-19 (1851). {EUD 243.5}


El vigor de la eterna juventud

Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando en ellas fueran depositados. Adán, que se encuentra entre la multitud resucitada, es de soberbia altura y formas majestuosas, de porte poco inferior al del Hijo de Dios. Presenta un contraste notable con los hombres de las generaciones posteriores; en este respecto se nota la gran degeneración de la raza humana. Pero todos se levantan con la lozanía y el vigor de eterna juventud [...]. Reintegrados en su derecho al árbol de la vida, en el desde tanto tiempo perdido Edén, los redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 702-703 (1911). {EUD 244.1}


Si Adán, en su creación, no hubiese sido dotado con una fuerza vital veinte veces mayor que la que los hombres tienen ahora, la raza, con sus hábitos actuales en contravención de la ley natural, ya se habría extinguido.—Testimonies for the Church 3:138 (1872). {EUD 244.2}


Nadie necesitará ni deseará descanso. No habrá quien se canse haciendo la voluntad de Dios ni ofreciendo alabanzas a su nombre. Sentiremos siempre la frescura de la mañana, que nunca se agostará [...]. La adquisición de conocimientos no cansará la inteligencia ni agotará las energías.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 735-736 (1911). {EUD 244.3}


El cielo es todo salud.—Testimonies for the Church 3:172 (1872). {EUD 244.4}


La felicidad está garantizada

Jesús alzó el velo de la vida futura. “En la resurrección—dijo—, ni los hombres tomarán mujeres, ni las mujeres maridos; mas son como los ángeles de Dios en el cielo”. Mateo 22:30.—El Deseado de Todas las Gentes, 557 (1898). {EUD 244.5}


Hay quienes hoy día expresan su creencia de que habrá casamientos y nacimientos en la tierra nueva, pero los que creen en las Escrituras no pueden aceptar tales doctrinas. La doctrina de que nacerán niños en la tierra nueva no es una parte de la “palabra profética más segura” [...]. {EUD 244.6}


Es presunción ocuparse de suposiciones y teorías acerca de asuntos que Dios no nos ha hecho conocer en su Palabra. No necesitamos entrar en especulaciones acerca de nuestro futuro estado.—Mensajes Selectos 1:203 (1904). {EUD 245.1}


Los que trabajan para Dios no deben perder tiempo especulando acerca de qué condiciones imperarán en la nueva tierra. Es una presunción entregarnos a suposiciones y teorías referentes a asuntos que el Señor no reveló. El hizo toda provisión para nuestra felicidad en la vida futura, y no hemos de especular acerca de sus planes para nosotros. Ni tampoco hemos de medir las condiciones de la vida futura por las condiciones de esta vida.—Obreros Evangélicos, 329 (1904). {EUD 245.2}


Se preserva la identidad de los redimidos

La resurrección de Cristo fue una figura de la resurrección final de todos los que duermen en él. El semblante del Salvador resucitado, sus modales y su habla eran familiares para sus discípulos. Así como Jesús resucitó de los muertos, han de resucitar los que duermen en él. Conoceremos a nuestros amigos como los discípulos conocieron a Jesús. Pueden haber estado deformados, enfermos o desfigurados en esta vida mortal, y levantarse con perfecta salud y simetría; sin embargo, en el cuerpo glorificado su identidad será perfectamente conservada.—El Deseado de Todas las Gentes, 744 (1898). {EUD 245.3}


Saldrá la misma forma, pero estará liberada de enfermedades y de todo defecto. Vive otra vez con los mismos rasgos individuales, de modo que el amigo reconocerá al amigo.—Comentario Bíblico Adventista 6:1093 (1900). {EUD 245.4}


Allí conoceremos como somos conocidos. Allí hallarán aplicación más dulce y verdadera el amor y las simpatías que Dios ha implantado en el alma.—La Educación, 296 (1903). {EUD 245.5}


Una complexión vigorosa y un manto de luz

Cuando Adán salió de la mano de su Creador, era de noble estatura y de hermoso simetría. Era más que el doble de alto que los hombres que ahora viven en la tierra, y era bien proporcionado. Sus rasgos eran perfectos y hermosos. Su complexión no era blanca ni amarillenta, sino vigorosa, resplandeciente con el rico tinte de la salud. Eva no era tan alta como Adán. Su cabeza llegaba un poco por encima de los hombros de su compañero. Ella también era noble, perfecta en simetría y muy hermosa.—Spiritual Gifts 3:34 (1864). {EUD 245.6}


La inmaculada pareja no llevaba vestiduras artificiales. Estaban rodeados de una envoltura de luz y gloria, como la que rodea a los ángeles. Mientras vivieron obedeciendo a Dios, este atavío de luz continuó revistiéndolos.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 26 (1890). {EUD 246.1}


El gozo de ver a nuestras familias en el cielo

Vemos un séquito de ángeles a cada lado de la puerta, y al entrar, Jesús dice: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Aquí os dice que seáis participantes de su gozo, ¿y qué es eso? Es el gozo de ver el trabajo de vuestra alma, padres. Madres, es el gozo de ver que vuestros esfuerzos son recompensados. Aquí están vuestros hijos, la corona de vida está sobre su cabeza.—Conducción del Niño, 537 (1895). {EUD 246.2}


El mayor don de Dios es Cristo, cuya vida es nuestra, pues fue dada por nosotros. El murió por nosotros y fue resucitado por nosotros, para que nosotros nos levantemos de la tumba para estar en la gloriosa compañía de los ángeles del cielo, para encontrarnos con nuestros amados y para reconocer sus rostros, porque la semejanza a Cristo no destruye la propia imagen de los redimidos, sino que la transforma a la gloriosa imagen del Salvador. Cada santo que tenga aquí relaciones de familia reconocerá a cada uno allá.—Mensajes Selectos 3:361 (1898). {EUD 246.3}

 

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