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  • Ellen G. White

#89 La herencia de los santos — 3 de 5


La salvación de los infantes y de los imbéciles

Cuando los niñitos salen inmortalizados de sus lechos polvorientos, inmediatamente vuelan hacia los brazos de sus madres. Se reúnen para nunca más separarse. Pero muchos niñitos no tienen madres allí. Procuramos en vano escuchar el canto de triunfo entonado con arrobamiento por la madre. Los ángeles reciben a los niños sin madres y los conducen hacia el árbol de la vida.—Mensajes Selectos 2:297 (1858). {EUD 246.4}


Sé que algunos ponían en duda aun si los hijitos de los padres creyentes se salvarían, porque ellos [los hijos] no han tenido ninguna prueba del carácter, ya que todos deben pasar por esa prueba para que se evalúe su carácter en base a las pruebas. Se hace la pregunta: “¿Cómo pueden los niñitos pasar por esa prueba para ser examinados?” Contesto que la fe de los padres creyentes cubre a los niños, como cuando Dios envió sus juicios sobre los primogénitos de Egipto [...]. {EUD 247.1}


No podemos decir si todos los hijos de padres incrédulos serán salvados, porque Dios no nos ha dado a conocer su propósito con respecto a este asunto, y haríamos mejor en dejar este asunto donde Dios lo ha dejado, para meditar en los temas que nos fueron aclarados en su Palabra.—Mensajes Selectos 3:359-360 (1885). {EUD 247.2}


Con respecto al caso de A, usted lo ve como es ahora y deplora su simplicidad. No tiene conciencia de pecado. La gracia de Dios quitará toda esta imbecilidad hereditaria, transmitida, y él tendrá una herencia entre los santos en luz. Dios le ha dado a usted uso de razón. A es un niño en cuanto a la capacidad de razonamiento se refiere, pero tiene la sumisión y la obediencia de un niño. {EUD 247.3}


Tributo a las madres fieles

Cuando empiece el juicio y los libros sean abiertos cuando sea pronunciado el “Bien hecho” del gran Juez y colocada en la frente del vencedor la corona de gloria inmortal, muchos levantarán sus coronas a la vista del universo reunido y, señalando a sus madres, dirán “Ella hizo de mí todo lo que soy mediante la gracia de Dios. Su instrucción, sus oraciones, han sido bendecidas para mi salvación eterna”.—Mensajes para los Jóvenes, 328 (1881). {EUD 247.4}


Los ángeles de Dios inmortalizan los nombres de las madres cuyos esfuerzos han ganado a sus hijos para Jesucristo.—Conducción del Niño, 537-538 (1895). {EUD 247.5}


La recompensa del ganador de almas

Cuando los redimidos comparezcan ante Dios, almas preciosas responderán a sus nombres [diciendo] que están allí gracias a los esfuerzos fieles y parientes hechos en su favor, gracias a las súplicas y a la persuasión ferviente para que acudieran a la Fortaleza. De este modo aquellos que en este mundo hayan sido colaboradores de Dios recibirán su recompensa.—Testimonies for the Church 8:196-197 (1904). {EUD 247.6}


Cuando las puertas de aquella hermosa ciudad en las alturas giren sobre sus resplandecientes goznes, y entren las naciones que han guardado la verdad, sobre sus cabezas serán colocadas coronas de oro, ellos atribuirán honor, gloria y majestad a Dios. En ese momento algunos acudirán a vosotros y dirán: “Si no hubiese sido por las palabras que me hablasteis en forma bondadosa, si no hubiera sido por vuestras lágrimas y súplicas y fervientes esfuerzos, yo nunca habría visto al Rey en su hermosura” ¡Qué recompensa es esta! ¡Cuán insignificante es la alabanza de los seres humanos en esta vida terrena y pasajera, en comparación con las recompensas infinitas que aguardan a los fieles en la vida futura e inmortal!—Palabras de aliento a obreros de sostén propio (Ph113) 16 (1909). {EUD 248.1}


Nuestra disposición no ha cambiado

Si queréis ser santos en el cielo, primero debéis serlo en la tierra. Los rasgos de carácter que acariciáis en esta vida no cambiarán en virtud de la muerte o de la resurrección. Saldréis de la tumba con la misma disposición que manifestasteis en vuestro hogar y en la sociedad. Jesús no cambia el carácter en su venida. La obra de transformación debe hacerse ahora. Nuestra vida diaria determina nuestro destino. Debemos arrepentimos de nuestros defectos de carácter y vencerlos mediante la gracia de Cristo, y debe formarse un carácter simétrico mientras estamos en este período de prueba, a fin de que seamos idóneos para las mansiones de arriba.—Manuscript Releases 13:82 (1891). {EUD 248.2}


La atmósfera pacífica y amante del cielo

La paz y la armonía de los atrios celestiales no serán contaminadas por la presencia de alguien que sea descortés o rudo.—The Signs of the Times, 140 (1904). {EUD 248.3}


En el cielo todo es noble y elevado. Todos buscan el interés y la felicidad de otros. Ninguno se dedica a velar por sí mismo y a cuidarse a sí mismo. El principal gozo de todos los seres santos es presenciar el gozo y la felicidad de aquellos que los rodean.—Testimonies for the Church 2:239 (1869). {EUD 249.1}


Me pareció estar allí donde todo era paz, donde jamás pueden entrar los conflictos tormentosos de la tierra; a saber, en el cielo, un reino de justicia donde están congregados todos los santos y puros y bienaventurados, diez mil veces diez mil y miles de miles, viviendo y caminando en intimidad feliz y pura, alabando a Dios y al Cordero que está sentado en el trono. {EUD 249.2}


Sus voces estaban en perfecta armonía. Nunca se hacen daño unos a otros. Los príncipes del cielo, los potentados de este poderoso reino, solo son rivales en el bien, en buscar la felicidad y el gozo mutuos. El mayor allí es el menor en autoestima, y el menor es el mayor en su gratitud y en su riqueza de amor. {EUD 249.3}


No hay errores oscuros que nublen el intelecto. La verdad y el conocimiento—claros, vigorosos y perfectos—han ahuyentado toda duda, y ninguna penumbra de duda arroja su sombra funesta sobre sus felices habitantes. No hay voces de contienda que contaminen la dulce y perfecta paz del cielo. Sus habitantes no conocen tristeza, ni dolor, ni lágrimas. Todo está en perfecta armonía, en perfecto orden y en perfecta bienaventuranza [...]. {EUD 249.4}


El cielo es un hogar donde la simpatía mora en cada corazón y es expresada en cada mirada. Allí reina el amor. No hay elementos desagradables, ni discordia o contenciones o guerra de palabras.—Manuscript Releases 9:104-105 (1882). {EUD 249.5}


No hay tentaciones ni pecado

Ningún árbol del conocimiento del bien y del mal ofrecerá oportunidad a la tentación. No hay allí tentador ni posibilidad de injusticia.—La Educación, 291-292 (1903). {EUD 249.6}


Oí exclamaciones de triunfo de parte de los ángeles y de los santos redimidos, que resonaban como diez mil instrumentos musicales, porque ya Satanás no los molestaría ni los tentaría más, y porque los habitantes de los otros mundos habían sido librados de él y de sus tentaciones.—La Historia de la Redención, 436 (1858). {EUD 249.7}

 

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