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  • Ellen G. White

#85 El regreso de Cristo — 1 de 2


La séptima plaga y la resurrección especial

Síguese un gran terremoto, “cual no fue jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra”. Apocalipsis 16:18. El firmamento parece abrirse y cerrarse. La gloria del trono de Dios parece cruzar la atmósfera. Los montes son movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas se esparcen por todos lados... Toda la tierra se alborota e hincha como las olas del mar. Su superficie se raja. Sus mismos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras. Desaparecen islas habitadas. Los puertos marítimos que se volvieron como Sodoma por su corrupción, son tragados por las enfurecidas olas... Granizo grande, cada uno “como del peso de un talento” (vers. 21), hace su obra de destrucción. {EUD92 275.1}


Los sepulcros se abren, y “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua”. Daniel 12:2. Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron su ley. “Los que le traspasaron” (Apocalipsis 1:7), los que se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo y los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para mirarle en su gloria para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 694-695 (1911). {EUD92 275.2}


Dios anuncia el tiempo de la venida de Cristo

Sobrevinieron sombrías y densas nubes que se entrechocaban unas con otras. La atmósfera se partió, arrollándose hacia atrás, y entonces pudimos ver en Orión un espacio abierto de donde salió la voz de Dios.—Primeros Escritos, 41 (1851). {EUD92 276.1}


Pronto oímos la voz de Dios,1 semejante al ruido de muchas aguas, que nos anunció el día y la hora de la venida de Jesús. Los 144.000 santos vivientes reconocieron y entendieron la voz; pero los malvados se figuraron que era fragor de truenos y de terremoto.—Primeros Escritos, 15 (1851). {EUD92 276.2}


Al declarar Dios el día y la hora de la venida de Jesús y conferir el sempiterno pacto a su pueblo, pronunciaba una frase y se detenía mientras las palabras de la frase retumbaban por toda la tierra. El Israel de Dios permanecía con la mirada fija en lo alto, escuchando las palabras según iban saliendo de los labios de Jehová y retumbaban por toda la tierra con el estruendo de horrísonos truenos. Era un espectáculo pavorosamente solemne. Al final de cada frase los santos exclamaban: “¡Gloria! ¡Aleluya!” Estaban sus semblantes iluminados por la gloria de Dios, y refulgían como el rostro de Moisés al bajar del Sinaí. Los malvados no podían mirarlos porque los ofuscaba el resplandor. Y cuando Dios derramó la sempiterna bendición sobre quienes le habían honrado santificando el sábado, resonó un potente grito de victoria sobre la bestia y su imagen.—Primeros Escritos, 285-286 (1858). {EUD92 276.3}


No tengo el menor conocimiento en cuanto el tiempo mencionado por la voz de Dios. Oí cuando proclamaba la hora, pero no tuve el recuerdo de esa hora después que salí de la visión. Escenas tan emocionantes y de un interés tan solemne pasaron ante mí, que ningún lenguaje puede describir. Todo fue una realidad viviente para mí, pues directamente relacionada con esta escena apareció la gran nube blanca sobre la cual estaba sentado el Hijo del hombre.—Mensajes Selectos 1:86 (1888). {EUD92 277.1}


El terror de los perdidos

Cuando la tierra se bambolee como un ebrio, cuando los cielos se estremezcan y venga el gran día del Señor, ¿quién podrá estar firme? Una cosa verán temblando de agonía, de la cual procurarán escapar en vano. “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá”. Apocalipsis 1:7. Los que no están salvos pronuncian desesperadas imprecaciones a la naturaleza muda, su dios: “Montes y... peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono”. Apocalipsis 6:16.—A Fin de Conocerle, 358 (1896). {EUD92 277.2}


Cuando la voz de Dios ponga fin al cautiverio de su pueblo, será terrible el despertar para los que lo hayan perdido todo en la gran lucha de la vida... La ganancia de una vida entera les es arrebatada en un momento. Los ricos lamentan la destrucción de sus soberbias casas, la dispersión de su oro y de su plata... Los impíos están llenos de pesar, no por su indiferencia pecaminosa para con Dios y sus semejantes, sino porque Dios haya vencido. Lamentan el resultado obtenido; pero no se arrepienten de su maldad.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 711-712 (1911). {EUD92 277.3}


Jesús desciende en poder y gloria

Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño como la mitad de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia parece rodeada de oscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del hombre. En silencio solemne la contemplan mientras va acercándose a la tierra, volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran nube blanca, cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del pacto. Jesús marcha al frente como un gran conquistador... {EUD92 278.1}


Con cantos celestiales los santos ángeles, en inmensa e innumerable muchedumbre, le acompañan en el descenso. El firmamento parece lleno de formas radiantes—“millones de millones, y millares de millares”. Ninguna pluma humana puede describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor... {EUD92 278.2}


El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 698-699 (1911). {EUD92 278.3}


La reacción de los que lo traspasaron

Aquellos que jugaron el papel más prominente en el rechazo y la crucifixión de Cristo, resucitan para verlo como él es, y los que rechazaron a Cristo se levantan y ven a los santos glorificados; es en ese momento cuando los santos son transformados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, y son arrebatados para encontrar a su Señor en el aire. Aquellos que le colocaron el manto púrpura y pusieron sobre sus sienes la corona de espinas, y los que traspasaron con clavos sus manos y sus pies, lo contemplan y se lamentan.—Manuscript Releases 9:252 (1886). {EUD92 278.4}


Recuerdan cómo fue menospreciado su amor y se abusó de su compasión. Piensan en cómo Barrabás, un asesino y ladrón, fue escogido en su lugar; cómo Jesús fue coronado con espinas, flagelado y crucificado; cómo, en las horas de su agonía en la cruz, los sacerdotes y gobernantes se burlaban de él, diciendo: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar... Descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos”. Todos los insultos y afrentas dirigidos contra Cristo, todo el sufrimiento causado a sus discípulos, estarán tan frescos en su memoria como cuando los actos satánicos fueron llevados a cabo. {EUD92 279.1}


La voz que oyeron tan a menudo para suplicar y persuadir, sonará nuevamente en sus oídos. Cada tono de bondadoso ruego vibrará tan claramente en sus oídos como cuando el Salvador hablaba en las sinagogas y en la calle. Entonces aquellos que lo traspasaron clamarán a las rocas y a las montañas que caigan sobre ellos y los oculten del rostro de Aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero.—Carta 131, 1900. {EUD92 279.2}


“¡despertaos, los que dormís, y levantaos!”

Las nubes comienzan a plegarse como un rollo y allí está la señal brillante y clara del Hijo del hombre. Los hijos de Dios saben lo que esa nube significa. Se oye el sonido de música, y cuando se acerca, se abren las tumbas y los muertos son levantados.—Manuscript Releases 9:251-252 (1886). {EUD92 279.3}


“No os maravilléis de esto: porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”. Juan 5:28-29. Esta voz pronto resonará entre todos los muertos, y cada santo que duerme en Jesús se levantará y abandonará su prisión.—Manuscrito 137, 1897. {EUD92 280.1}


Los preciosos muertos, desde Adán hasta el último santo que fallezca, oirán la voz del Hijo de Dios, y saldrán del sepulcro para tener vida inmortal.—El Deseado de Todas las Gentes, 558 (1898). {EUD92 280.2}


Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: “¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!” Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas la naciones, tribus, lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” 1 Corintios 15:55. Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de victoria.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 702 (1911). {EUD92 280.3}

 

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