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  • Ellen G. White

#67 La lluvia tardía — 2 de 3


La lluvia temprana produce conversión; la lluvia tardía desarrolla un carácter semejante al de Cristo

En ningún momento de nuestra experiencia podemos prescindir de la ayuda que nos capacitó para comenzar. Las bendiciones recibidas en ocasión de la lluvia temprana nos son necesarias hasta el mismo fin [...]. Al buscar a Dios para que nos conceda el Espíritu Santo, él producirá en nosotros mansedumbre, humildad de mente, y una consciente dependencia de Dios con respecto a la lluvia tardía que trae perfección.—Testimonios para los Ministros, 507, 509 (1897). {EUD 160.3}


El Espíritu Santo busca morar en cada alma. Si se le da la bienvenida como a un huésped honrado, los que lo reciban serán hechos completos en Cristo. La buena obra que ha sido comenzada, será terminada; pensamientos santos, afectos celestiales y acciones semejantes a las de Cristo reemplazarán a los pensamientos impuros, los sentimientos perversos y los actos rebeldes.—Counsels on Health, 561 (1896). {EUD 160.4}


Podemos haber recibido cierta medida del Espíritu de Dios, pero mediante la oración y la fe debemos tratar de obtener una porción más abundante. No debemos cesar nunca en nuestros esfuerzos. Si no progresamos, si no asumimos la actitud necesaria para recibir tanto la lluvia temprana como la tardía, perderemos nuestras almas, y la responsabilidad será solamente nuestra [...]. {EUD 160.5}


Las convocaciones de la iglesia, tales como las asambleas generales, las reuniones de la iglesia local y todas las oportunidades en que se trabaja personalmente por las almas, son las ocasiones señaladas por Dios para dar la lluvia temprana y la tardía.—Testimonios para los Ministros, 508 (1897). {EUD 161.1}


Cuando el camino esté preparado para el Espíritu de Dios, vendrá la bendición. Así como Satanás no puede cerrar las ventanas del cielo para que la lluvia venga sobre la tierra, así tampoco puede impedir que descienda un derramamiento de bendiciones sobre el pueblo de Dios.—Mensajes Selectos 1:144-145 (1887). {EUD 161.2}


Debiéramos orar fervientemente por el descenso del Espíritu Santo

Debiéramos orar tan fervientemente por el descenso del Espíritu Santo como los discípulos oraron en el Día de Pentecostés. Si ellos lo necesitaban en aquel entonces, nosotros lo necesitamos más hoy en día.—Testimonies for the Church 5:158 (1882). {EUD 161.3}


El descenso del Espíritu Santo sobre la iglesia es esperado como si se tratara de un asunto del futuro; pero es el privilegio de la iglesia tenerlo ahora mismo. Buscadlo, orad por él, creed en él. Debemos tenerlo, y el cielo está esperando concederlo.—El Evangelismo, 508 (1895). {EUD 161.4}


La medida del Espíritu Santo que recibamos estará en proporción a la medida de nuestro deseo de recibirlo y de la fe que ejerzamos para ello, y del uso que hagamos de la luz y el conocimiento que se nos dé.—The Review and Herald, 5 de mayo de 1896. {EUD 161.5}


No estamos suficientemente dispuestos a importunar al Señor con nuestras peticiones y pedirle el don del Espíritu Santo. El Señor quiere que lo importunemos con este asunto. Quiere que insistamos con nuestras peticiones ante el trono.—Fundamentals of Christian Education, 537 (1909). {EUD 161.6}


Debemos humillar nuestros corazones en verdadero arrepentimiento

La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra. Debe haber esfuerzos fervientes para obtener las bendiciones del Señor, no porque Dios no esté dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no estamos preparados para recibirlas. Nuestro Padre celestial está más dispuesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo piden que los padres terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos. Sin embargo, mediante la confesión, la humillación, el arrepentimiento y la oración ferviente nos corresponde cumplir con las condiciones en virtud de las cuales ha prometido Dios concedernos su bendición. Solo en respuesta a la oración debe esperarse un reavivamiento.—Mensajes Selectos 1:141 (1887). {EUD 161.7}


Debe haber un reavivamiento cabal entre nosotros. Debe haber un ministerio convertido. Debe haber confesiones, arrepentimiento y conversiones. Muchos que están predicando la Palabra necesitan la gracia transformadora de Cristo en sus corazones. No debieran permitir que nada les impida hacer una obra cabal antes que sea demasiado tarde para siempre.—Carta 51, 1886. {EUD 162.1}


La reforma debe acompañar al reavivamiento

Deben producirse un reavivamiento y una reforma bajo el ministerio del Espíritu Santo. El reavivamiento y la reforma son dos cosas diferentes. El reavivamiento significa una renovación de la vida espiritual, un avivamiento de las facultades de la mente y el corazón, una resurrección de la muerte espiritual. La reforma significa una reorganización, un cambio en ideas y teorías, en hábitos y prácticas. La reforma no producirá el buen fruto de justicia a menos que esté conectada con el reavivamiento del Espíritu. El reavivamiento y la reforma han de hacer su obra designada, y al hacerlo, deben fusionarse.—The Review and Herald, 25 de febrero de 1902. {EUD 162.2}


Debemos desechar toda lucha y disensión

Cuando los obreros tengan un Cristo que more permanentemente en sus almas, cuando todo egoísmo esté muerto, cuando no haya rivalidad ni lucha por la supremacía, cuando exista unidad, cuando se santifiquen a sí mismos, de modo que se vea y sienta el amor mutuo, entonces las lluvias de gracia del Espíritu Santo vendrán sobre ellos tan ciertamente como que la promesa de Dios nunca faltará en una jota o tilde. Pero cuando es rebajada la obra de otros, para que los obreros puedan mostrar su propia superioridad, demuestran que su propia obra no lleva la señal que debiera. Dios no puede bendecirlos.—Mensajes Selectos 1:206 (1896). {EUD 162.3}


Si subsistimos en el gran día del Señor, con Cristo como nuestro refugio y nuestra fortaleza, debemos abandonar toda envidia y toda contienda por la supremacía. Debemos destruir completamente la raíz de estas cosas impías para que no puedan surgir de nuevo a la vida. Debemos ponernos plenamente del lado del Señor.—Cada Día con Dios, 258 (1903). {EUD 163.1}


Desechen los cristianos todas las disensiones, y entréguense a Dios para salvar a los perdidos. Pidan con fe la bendición prometida, y ella les vendrá.—Joyas de los Testimonios 3:211 (1904). {EUD 163.2}

 

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